
Al Sr. Rajoy, le sucede como aquél que entró en la farmacia, -estaba llena de señoras- y que también padecía el mismo tic-nervioso que le obligaba a guiñar el ojo.
Pidió en el momento del guiño aspirinas y la dependienta, con la sonrisita cómplice, le sirvió dos estuches de preservativos.
Moraleja: Hay que tener cuidado cuando se guiña el ojo.